por Enrique Gajardo para ChaoAgosto
«Los ancianos no son una prioridad, son una molestia» Mujeres del alma mía – Isabel Allende
Chile es uno de los países latinoamericanos con un mayor y acelerado proceso de
envejecimiento de la población, debido a una mayor expectativa de vida y a una
importante disminución en la tasa de natalidad. Las estimaciones y proyecciones de
la población de Chile (1992-2050) indican que para el año 2050, el porcentaje de
personas mayores (65 años o más) llegará a ser un cuarto de la población.
Hoy pareciera que la sociedad chilena ignorara el papel trascendental que han
desempeñado las personas mayores y hasta se les irrespeta, cuando constituyen
un referente importante de conocimiento y experiencia. El “edadismo”, definido por
la Organización Mundial de la Salud (OMS) como «…los estereotipos, los prejuicios
y la discriminación contra las personas debido a su edad», se convierte en el primer
eslabón que desencadena la animadversión hacia los mayores. Esta apreciación
nos inclina a pensar que son seres inservibles, porque ya no representan ese
estatus social que confiere el salario y la influencia en el trabajo, constituyendo, a
veces, una pesada carga familiar y social. Por ser la juventud y la belleza los valores
vigentes, a las personas mayores se les percibe como seres inservibles, liquidados
o estorbos, terminando recluidos en anónimas residencias o convertidos en
molestas presencias en su entorno familiar.
Chile tiene un enorme retraso en el reconocimiento de los derechos de las personas mayores, a pesar de la ratificación en 2017, de la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, que, en la práctica, se ha convertido en letra muerta. Las políticas públicas orientadas a este grupo etario son insuficientes y deficitarias, por lo que deberían corregirse, entre ellas los miserables montos de las pensiones de jubilación.
Por el alto impacto poblacional de las personas mayores, urge incluir sus derechos
específicos en la nueva Constitución y, paralelamente, establecer políticas públicas
orientadas a fortalecer sus derechos y beneficios. Consideremos, además, que el
aumento de la expectativa de vida, va acompañado de una mejor calidad de vida,
lucidez mental y sabiduría, abriéndose así la posibilidad de poder seguir
contribuyendo al desarrollo del país. Por otra parte, las personas mayores, que ya
han entregado su vida al trabajo y a la prosperidad de la Nación, tienen todo el
derecho a que el Estado les garantice una vejez digna de calidad y con calidez
humana.
Desde hace varios meses, Travesía 100 como parte de Voces Mayores ha presentado y promovido propuestas específicas para incluir los derechos de las personas mayores en la nueva Constitución. Del contacto con diversos miembros de la Convención Constituyente, hay sobradas razones para estar muy optimistas de un futuro, cuando las personas mayores, finalmente, logren el debido respeto y reconocimiento de su trayectoria de vida y además, gocen de la seguridad y beneficios merecidos por su dilatada contribución al país.
Enrique Gajardo Travesía100
Comments